64 º Aniversario del IEHC, por Evaristo Fuentes (30/03/2017)

64 º Aniversario del Instituto Hispánico.
Se celebró el pasado martes 28 de marzo, un Acto Institucional con motivo del 64º aniversario del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), en el Puerto de la Cruz. El acto fue igual de sencillo que de suntuoso. Tengo la fecha de inscripción como socio del Instituto en el año 2002, puesto que la heredé de mis suegros, en concreto en el óbito de mi suegra, que se produjo ese año. Pero yo frecuento y frecuentaba el IEHC desde mucho antes, desde hace uno sesenta años. Y voy a comentar dos anécdotas. La primera es inolvidable y la tengo apuntada en mi diario, fue exactamente el día miércoles 10 de enero de 1962 (¡hace ahora cincuenta y cinco años!), cuando asistí a la conferencia de César González-Ruano, periodista y poeta lírico, novelista y autor dramático, aunque tuvo problemas con la política. Pero lo más importante para mí fue que asistí a aquella conferencia con mi novia, la que hoy es abuela de mis nietos.
La otra anécdota, es que en los Cursos para Extranjeros de cada año, siempre solía colarme al entresuelo lateral y desde allí oía el acento canario auténtico de don Telesforo Bravo, explicando a los cursillistas las maravillosas diapositivas de todas y cada una de las Islas—incluidas las Islas Salvajes, donde don Telesforo pernoctó al menos una vez– diapositivas que proyectaba con ayuda de su hijo Jesús y su yerno Juan.
Solo me queda felicitar al IEHC por la preparación y realización de este importante acto en su 64º aniversario. Y un abrazo especial a Melecio Hernández Pérez, nombrado socio de honor, que se dejó llevar por la emoción entrecortada, al pronunciar su como siempre bien hilvanada redacción. Sin que nadie lo notase, casi me emocionó a mí también, porque eso se contagia, pero no como una enfermedad, sino como la salud mental que trasmiten las personas de bien como Melecio.
Muchas gracias, queridos amigos del Instituto, por hacerme pasar un rato tan agradable como inolvidable.
Espectador= Evaristo Fuentes

64.º aniversario del IEHC. Periódico La Opinión de Tenerife (30/03/2017)

El Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias celebra su 64 aniversario

La Opinión 30.03.2017 | 01:39

El Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias congregó ayer, de manera excepcional y en un mismo acto, a más de un centenar de socios numerarios para hacerles entrega de la insignia de la institución.

Se trata de una convocatoria sin precedentes en la historia del centro, en el día simbólico en que se cumplió el 64 aniversario de la inauguración de la sede de la calle Quintana, en donde permanece hoy. Al acto acudieron socios de número, socios de honor, la junta directiva al completo y representantes de la corporación municipal.

A lo largo de 75 minutos, la velada se estructuró en torno a dos bloques en los que los socios fueron llamados por orden de antigüedad, de más reciente a más antiguos.

Además, la institución acordó reconocer a Melecio Hernández Pérez como socio de honor haciéndole entrega de un recuerdo que testimonia esta decisión de la junta de gobierno que fue ratificada por la asamblea. El homenajeado no pudo contener la emoción al dictar unas palabras donde manifestó la satisfacción personal que suponía para él tal designación.

Sobre los actos del 130.º aniversario del nacimiento del turismo en Canarias

ANIVERSARIO TURÍSTICO, por SALVADOR GARCÍA

Historia, cientificismo y porvenir, tres ángulos desde los que contemplar el nacimiento del turismo en Canarias, ocurrido en el Puerto de la Cruz hace ciento treinta años, un aniversario (1886-2016) que el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC) ha sustanciado como una rigurosa aportación al conocimiento y la evolución de un sector productivo y de una filosofía de vida que parece tener, como ya hemos dicho, una indeclinable vocación de acogida, cosmopolitismo, multiculturalidad y cultivo de fórmulas de ocio, es decir, destino vacacional por antonomasia.

Una exposición conmemorativa (que permanecerá abierta hasta el próximo 5 de octubre) en el MACEW (Casa de la Aduana), tres conferencias y un acto festivo-cultural previsto para el próximo 27 de septiembre, en ocasión del Día Internacional del Turismo, dan contenido a este aniversario que reafirma el carácter seductor de un lugar que, turísticamente hablando, ya tiene una historia centenaria de la que, gracias a investigaciones y estudios, se van conociendo hitos, episodios, decisiones y aspectos que la caracterizan con una riqueza considerable.

El sueño del portuense, según el profesor Nicolás González Lemus, nació en 1886. En pleno siglo XIX, los escarceos de los naturalistas en lo que él llama prototurismo y la aparición de la climatoterapia, hasta la visita de Gabriel Belcastel, un político conservador francés que acompañó a su hija para el tratamiento de una enfermedad bronquial. Belcastel, autor de un libro muy apreciado, Las islas Canarias y el valle de La Orotava bajo el punto de vista médico e higiénico, estudió y analizó registros de temperaturas, higrometría y atmósfera, de modo que pudo establecer comparaciones muy llamativa. Según González Lemus, Belcastel influyó decisivamente en la toma de conciencia del potencial del turismo entre los lugareños.

Otro papel determinante es el del director de la Royal Meteorological Society (RMS)de Londres, William Marcet, quien conecta con unos hacendados locales, interesados en edificar establecimientos hoteleros, en concreto, en la zona de La Paz. El Ayuntamiento portuense hace toda una declaración de intenciones en abril de 1883, al considerar que las obras proyectadas por Nicolás Benítez de Lugo “son de las más útiles que pudieran emprenderse”. El final de la declaración es ilustrativo: “Este Ayuntamiento cree que la obra debe declararse de utilidad pública y con derecho a la expropiación forzosa de los terrenos necesarios para la construcción de hoteles”.

Y entonces surge el núcleo originario de la que habría de ser industria hotelera portuense. En abril de 1886 se registra, con un capital de veinte mil libras, la Compañía de Hoteles y Sanatorium del valle de La Orotava. Nicolás González Lemus dice en su trabajo que el objetivo era construir un hotel pero, hasta su consecución, la compañía inició su actividad con el arrendamiento de la residencia personal de Antonia Dehesa Sanz, en la zona conocida como Llanos de Martiánez, para establecer el primer hotel, el Orotava Grand Hotel, conocido a lo largo de la historia como el hotel Martiánez, abierto al público el 1 de septiembre de 1886. Dada su esca capacidad alojativa, la compañía decidió arrendar otras tres casas, Lavaggi, Marqués y Zamora. Ese es el germen, el sueño del portuense hecho realidad, como se contrastaría pocos años después, en las navidades de 1890, con la apertura del hotel Taoro.

El matemático orotavense José Manuel González Rodríguez, catedrático de Métodos cuantitativos para economía y empresa de la Universidad de La Laguna, analizó “Los años del boom del turismo de sol y playa”. Su exposición, apoyada en tablas y gráficos, permitió conocer la evolución y la incidencia del sector en un municipio, al menos desde la disponibilidad de registros y estadísticas. Fija en la Ley del Suelo de 1957 y en la redacción del primer Plan General de Ordenación, a cargo del arquitecto Luis Cabrera Sánchez-Real, el enfoque definitivo del Puerto de la Cruz hacia un modelo de desarrollo turístico. Ahí están los nombres de los hermanos Fernández Perdigón, Pedro y Sebastián, propietarios de los terrenos; del constructor Luis Díaz de Losada; y de los inversores, Cándido Luis García-Sanjuán, Diego Benítez de Lugo y Ángel Piñeiro, e Isidoro Luz Cárpenter, alcalde, como baluartes de lo que habría de convertirse en un pequeño emporio.

Distinguió en su estudio el profesor González una primera fase en la que el número de camas se cuadriplica cada cuatro años para dar pie a un nuevo escenario: “Expansión ¿desmedida? de la oferta”. La respuesta está en la segunda fase de su investigación: en julio de 1974, siendo alcalde Felipe Machado González de Chaves, se aprueba un nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), en el que se amplía suelo para uso turístico, es decir, hay un cambio de modelo y se incrementa el número de plazas. Pero el Puerto tiene que empezar a competir con los sures, de Tenerife y de otras islas. Cierto que hay una etapa de esplendor, hasta finales de los setenta, pero llega la crisis y empieza la lucha por los recursos escasos.

En efecto, esta apreciación de González Rodríguez es determinante para entender el estancamiento del Puerto como destino turístico: sus limitadísimos recursos de suelo se unieron a una falta de visión del promotores y empresarios locales que, disponiendo de experiencia y habiendo avanzado como nadie en el planteamiento del negocio, creyeron que la competencia sureña e interinsular no les iba a afectar, prefirieron conservar y acomodarse y no emprendieron ni apostaron por la cualificación y la innovación cuando estaban en disposición de hacerlo.

En la tercera de las conferencias, el profesor de la Escuela Universitaria de Turismo de la Universidad de La Laguna, Oswaldo Ledesma González, consignó algunos de estos antecedentes para hablar de “El Puerto de la Cruz hoy y el nuevo modelo turístico”. Se refirió al concepto de Richard Butler de 1980 sobre el ciclo de vida de un destino turístico y fijó el año 2007 como año clave para concebir y realizar el actual modelo.

Ledesma fue prolijo y minucioso con la explicación del Plan del Turismo Español Horizonte 2020, aprobado entonces, y que ha dado pie al Consorcio para la Rehabilitación Turística del Puerto de la Cruz que intenta, no sin dificultades, encabezar un proceso de reposicionamiento de un destino turístico en el que confluyen distintos planes y en el que se requiere no solo las aportaciones de las administraciones públicas concurrentes sino la identificación de los agentes privados. Ledesma fue cauto y no anticipó valoraciones, a la espera de que discurra el tiempo imprescindible para contrastar resultados. Pero sí insistió en que toda la planificación del Consorcio es, en sí misma, la que sustancia el modelo y las directrices de la ciudad portuense que libra una pugna, no solo contra los recursos escasos, como vimos antes, sino contra la desidia y la falta de iniciativa e identificación de los sectores público y privado. El profesor Ledesma subrayó el relieve de la marca Puerto de la Cruz, que es el primer destino urbano multiexperiencias de Canarias. Y eso hay explotarlo y aprovecharlo.

 

En fin, un aniversario, el 130 del nacimiento del turismo en el archipiélago que ha significado, en síntesis, un mejor conocimiento de los orígenes, de su crecimiento, de su expansión y de sus perspectivas futuras que, teóricamente, por cierto, deben seguir alimentando esa filosofía de vida que caracteriza al Puerto de la Cruz.

«El paisaje suficiente de Pedro Bellido», por Salvador García Llanos.

“Es su paisaje y es suficiente”, dijo el profesor Nicolás Rodríguez Munzenmaier en la apertura de la segunda exposición del pintor autodidacta Pedro Bellido en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), una colección de acrílicos sobre lienzo que reflejan los entornos primigenios de agua y tierra, fuego y aire, en los que la forma del paisaje se queda con lo sustancial.

Bellido había debutado en la misma sala hace tres años. “El punto de partida de un nuevo artista”, había definido el crítico Celestino Hernández. De aquel bautismo pictórico, recordamos la sensibilidad paisajística interpretada con sobriedad cromática. La ha revalidado ahora el autor en sus interpretaciones de paisajes andaluces y canarios, en algunos motivos y ángulos hasta ahora no vistos, o en atardeceres impregnados del colorido cuyas pautas guió, allá en su Sevilla natal, el profesor Miguel Pérez Aguilera: “Plasma los colores y seguro que te salen las figuras”. De ahí que Rodríguez advirtiera que el autor está dotado de una innata intuición para el color.

Se propone Pedro Bellido volver al óleo pero antes ha querido dejarnos estos acrílicos, algunas abstracciones y otras composiciones depuradas. Sus visiones oníricas desnudan la atracción por los entornos. El autor, que reveló una biografía casi intimista, no ocultó una cierta osadía, sin duda evocando aquellos acercamientos de adolescencia con ‘titanlux’ y cera. Ahora, el atrevimiento convierte las coladas de lava, el magma incandescente o los atardeceres singulares (Nicolás Rodríguez dixit) en cuadros vitalistas, imaginativos, en los que la forma del paisaje se queda con lo sustancial.

En “El camino”, título de su primera exposición, hablamos de un Bellido que se iniciaba con afán de autoexigencia perfeccionista que, en esta segunda entrega, acredita con una mirada que le permite depurar los elementos de todo tipo con los que se siente identificado. Ha reafirmado la versatilidad de sus impresiones, hasta hacer ‘suficiente’ el paisaje de modo que no sea necesario adjetivarlo. El artista, siempre apoyado por la esposa profesora y familiares que conocen de su vena pictórica, sabe que empieza a madurar, por lo que puede incursionar y proponerse nuevos horizontes que servirán, seguro, para descubrirse del todo.

Homenaje a Nicolás Rodríguez Münzenmaier

NICOLÁS, LOS PUEBLOS Y LOS AMIGOS. Por JUAN CRUZ RUIZ (17/04/2016)

Me ha causado una enorme tristeza lo que ha pasado en Los Cristianos; hace muchos años pasó algo similar en Granadilla de Abona, y acaso esa fue la noticia más grave de la que tuve conciencia como jovencísimo periodista. Los Cristianos es un pueblo al que le tengo una enorme gratitud y forma parte, como el Puerto de la Cruz, donde nací, de esos lugares con los que siempre viajan mi espíritu y mi memoria, como si nunca me hubiera ido de ellos, como siguiera siendo parte de su aire, de sus días, de sus noches y de su gente.

Lo que me pasó con Los Cristianos es consecuencia de un azar que la amistad convirtió en un recuerdo imborrable: entonces yo era un adolescente y mi amigo Juan Antonio Pérez Méndez, que es de La Orotava, me invitó a pasar un verano con sus padres y con su hermano Carlos Tomás en la casa que alquilaban allí. A mi madre, que no me dejaba salir ni a la puerta de la calle, le pareció bien, porque creía que aquel aire me aliviaría el asma. Aquella amistad me hizo mucho bien y en efecto Los Cristianos, su aire, me ayudó a reponerme de esa dificultad para respirar tan pegajosa. Desde entonces para mi Los Cristianos reúne en su nombre algunas metáforas: la amistad, el sosiego, la calidad del aire, la sensación del viaje y la alegría de la juventud. Por eso cuando ahora pasa este drama lo siento como una tristeza que va conmigo y con tantos que queremos a Los Cristianos.

Mi otro pueblo, claro, es el Puerto de la Cruz, mi lugar de nacimiento, el sitio al que pertenezco de cuerpo, de alma y de memoria. Juan Manuel García Ramos suele decir, y con toda la razón, que mis temas son el patio de mi casa y Pérez Minik. El Puerto es el patio grande de mi vida. El Puerto es mis amigos. Y anoche, en el Puerto, se produjo un homenaje a uno de esos amigos, Nicolás Rodríguez Munzenmeier, que para mi es metáfora de esa entrañada ciudad.

Porque los amigos son los otros hermanos. Cuando voy al Puerto quiero ver a mis hermanos y a mis amigos, que son esos hermanos que la vida nos da. Y Nicolás, como Rafa Cobiella, que atendía por mi en las clases cuando éramos chiquillos, o como Salvador García Llanos y como tantos, es uno de esos hermanos que la vida me ha dado en el Puerto. De una manera consistente, como intelectual rabiosamente humano, y madridista rabioso también, este hombre generoso que le ha dado a su pueblo ilustración, paciencia y entusiasmo, ha ido mostrando lo que tenemos y lo que no tenemos, para alertar sobre un hecho fundamental en nuestras vidas.

A nosotros nos perjudicó, como a todos los españoles, la guerra incivil del 36; pero de una manera muy triste nos perjudicó a nosotros, porque interrumpió una fe socialista, en el sentido más amplio, menos partidista, que consistía en querer para las clases sociales más perjudicadas una educación que nos había negado la historia. Esa interrupción de la experiencia republicana dio acogida en el Puerto, otra vez, a un caciquismo que de nuevo se cebó con las clases humildes.

Nicolás, quizá porque tiene en las venas un calvinismo sin vetas, se propuso, desde el Instituto de Estudios Hispánicos, la tarea difícil de restituir aquel espíritu enciclopédico y liberal de los que fueron silenciados cuando la milicia se impuso a la razón. Ahora deja el Instituto, y su nuevo presidente, el generoso y entrañable Pepe Cruz, que es de mi familia, le ha organizado anoche un homenaje al que quise enviar unas palabras, de las que aquí hay algunas. Sabemos todos que si hay alguien en este mundo que siempre tendrá en el alma un consejo para avanzar en la tarea de poner al Instituto a la cabeza de una necesaria revolución educativa, cultural y política en el Puerto ese es Nicolás, mi hermano de pueblo y de alma, aunque no de equipo. Él es metáfora del pueblo al que más quiero.