1.  Introducción del presidente, José Cruz Torres.

 Señor Alcalde, miembros de la corporación municipal, vecinos y vecinas del Puerto de la Cruz:

En nombre de mis compañeros de la Junta de Gobierno del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, quiero, antes que nada, agradecer al Ayuntamiento del Puerto de la Cruz que nos haya elegido para pregonar estas fiestas de Julio. Es un honor para la institución y una oportunidad para hacer más visible la pluralidad y la diversidad de que hace gala junto con la vocación por acoger, desarrollar y difundir cultura y conocimiento, nuestra única defensa contra la impunidad de la ignorancia o de la mentira.

Con el presidente de la institución -quien les habla-  hemos convocado aquí a otros cuatro miembros de la Junta de Gobierno dispuestos a ser esta tarde las voces del Instituto en la lectura de un pregón que dadas sus características por fuerza tenía que ser “coral”:

Margarita Rodríguez Espinosa, licenciada en Filosofía y Letras, profesora de Lengua y Literatura, vicepresidenta de actos culturales, representante de los miembros veteranos del Instituto. Vivió desde niña sus inicios y formó parte de la primera sección de estudiantes creada en los años 60.

Ruth Pérez Ruiz, licenciada en Bellas Artes, pofesora, vicesecretaria y entusiasta colaboradora de cualquier actividad artística del Instituto, especialmente de las que implican a la juventud creadora.

Noelia Oliva García, graduada en Historia del Arte, master en Conservación de Planes Culturales y Patrimonio, profesora, es la vocal de más reciente incorporación, representante en la Junta de la Sección de Estudiantes que preside, lista para poner en marcha los proyectos de los jóvenes.

Eduardo Zalba González, licenciado en Historia del Arte y diplomado en Estudios Avanzados, vocal de la Junta y miembro muy activo en la realización de actos culturales y artísticos, muy especialmente en los vinculados a la historia del Puerto de la Cruz, a su patrimonio y a sus tradiciones, por lo que tiene ganado el derecho a pronunciar, al cierre de este discurso colectivo, los vivas al Puerto de la Cruz, al Gran Poder de Dios y a la Virgen del Carmen.

Nuestro Puerto de la Cruz tiene una historia que contar. Su historia como el puerto que una vez fue, y al que obviamente debe su nombre, lo comunicó con el mundo y le proporcionó su talante cosmopolita, abierto y acogedor. La situación estratégica de Canarias había sido un gran atractivo para el comercio mundial y  numerosos comerciantes extranjeros empezaron a establecerse aquí, en el Puerto,  desde los siglos XVII y XVIII.  El floreciente comercio del vino le proporcionó fama en países extranjeros desde épocas muy tempranas. Fueron precisamente los comerciantes venidos de fuera y la actividad comercial del muelle los que propiciaron la entrada de los libros de los pensadores europeos que conformarían importantes bibliotecas privadas del Puerto de la Cruz del siglo XVIII y que favorecieron la implantación de la Ilustración en Canarias.  De la Ilustración se nutrió en su juventud  Agustín de Betancourt, nuestro portuense más universal, y también su hermana María. Incluye  Agustín Álvarez Rixo, en su Descripción Histórica del Puerto de la Cruz, a  otros «Hombres de mérito nacidos en este Puerto», como los Iriarte, Luis de la Cruz y Ríos o Bernardo Cologan Fallon. Escribe el historiador que -cito- «a excepción de la ciudad de La Laguna […] ningún otro pueblo de estas Islas tenía en aquella época más varones célebres que el nuestro. Pero lo que es más, y en lo que ningún pueblo de las Islas nos rivaliza es en que en la misma época contábamos con una señora erudita escritora. Era esta doña María Joaquina Viera, que nació en este Puerto el 27 de [no escribe el mes] de 1737, digna hermana del historiador de las Canarias», cuya familia, añadimos nosotros, se había establecido en el Puerto a los pocos meses de haber nacido José de Viera y Clavijo.

Del Puerto de la Cruz ilustrado data también la creación del Jardín de Aclimatación de La Orotava, el Jardín Botánico, fundado por una Real Orden del Rey Carlos III que encomienda su desarrollo a don Alonso de Nava Grimón y Benítez de Lugo, sexto Marqués de Villanueva del Prado, con la finalidad de reunir en Canarias y acercar a Europa algunas especies exóticas desconocidas. Hoy es una importante institución científica, y ha sido declarado Bien de Interés Cultural, con categoría de jardín histórico. Desde sus orígenes fue visitado por muchas e ilustres personalidades,  entre ellas Humboldt y Berthelot, y desde siempre constituyó un gran atractivo turístico.

Ya en el siglo XX, entre 1913 y 1917, el Puerto de la Cruz fue sede del primer instituto de investigación primatológica, en la Casa Amarilla, edificación que se conserva, aunque en un lamentable estado de deterioro. Otros proyectos científicos no llegan a consolidarse, como ocurrió, pasados unos años, con el del naturalista sueco Sventenius, quien, en los inicios de los años 50, soñó con establecer un jardín macaronésico en las laderas de Martiánez, un jardín de flora canaria que fue defendido y apoyado ante las instituciones políticas por su buen amigo y colaborador Telesforo Bravo, pero que fue finalmente rechazado.

El Puerto había atraído desde épocas muy tempranas a curiosos viajeros y viajeras y a visitantes que con frecuencia lo eligen como lugar de residencia permanente. Nicolás González Lemus, compañero de Junta, que tanto ha estudiado y ha escrito sobre la historia del turismo portuense, nos recuerda que se cumplen ahora 155 años de la formación de la primera empresa turística de Canarias: la Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de la Orotava, en el Puerto de Orotava, hoy Puerto de la Cruz, que se ocupa de instalar en los llanos de Martiánez el Orotava Grand Hotel, el futuro hotel Martiánez. Poco después la Taoro Company Ltd. construye el Hotel Taoro.  Con la instauración de estos dos hoteles quedaba inaugurada la primera edad dorada del turismo portuense.

Nos apunta otro de nuestros sabios compañeros, Isidoro Sánchez, que la noche de San Juan de 1799 la había disfrutado Alejandro Humboldt en los jardines del Sitio Litre. Avanzado el XIX, por las calles del Puerto de la Cruz se paseó Olivia Stone, igual que haría Agatha Christie ya entrado el siglo XX y unos años después, hacia la mitad del siglo, Dulce María Loynaz; y de ello las tres escritoras dejan constancia en sus libros; como harán también en sus versos los más importantes poetas vanguardistas canarios, Pedro García Cabrera y Emeterio Gutiérrez Albelo, y en su prosa surrealista el escritor nacido aquí, en el Puerto de la Cruz, Agustín Espinosa, considerado la figura más relevante de la cultura canaria del primer tercio del siglo pasado.

El Puerto no solo estaba ya en el mapa internacional: estaba además en los libros. De su historia se ha hablado mucho, y se habla, en nuestro Instituto de Estudios Hispánicos. Sus hechos relevantes y sus protagonistas muchas veces han  sido y son el motivo de numerosas conferencias y ponencias incluidas o no en congresos y encuentros; en los ciclos de Historia y de Historia del Arte, en las exposiciones, en los actos de homenaje, en las semanas científicas y literarias, en recitales o en  proyecciones de cine, y, con frecuencia, tema de muchos de los artículos publicados en  Catharum,  nuestra revista de Ciencias y Humanidades.

 

  1. Intervención de Margarita Rodríguez Espinosa.

En 1953 el IEHC aparece en la historia del Puerto, en un momento muy duro de la historia del país, y tuvo que asumir la reactivación de la animada vida cultural y artística previa al 36 que había sido arrasada. Dentro de su sede se inauguran ese mismo año dos museos y la biblioteca, con el fondo que había sido colección particular del erudito portuense, miembro de honor del instituto, Sebastián Padrón Acosta.

Con el tiempo, algunas de estas criaturas se van de casa para hacerse municipales, como ocurrió con la Sala de Arqueología Canaria Luis Diego Cuscoy, que es hoy el Museo Arqueológico Municipal. También se nos independiza la biblioteca, para constituir, desde 1969, la Biblioteca Pública Tomás de Iriarte, cuya primera sede fue el IEHC, en el que se custodiaban los fondos cedidos para ese fin por la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, desde el año de la fundación; actualmente la biblioteca  municipal es uno de los centros culturales portuenses con mayor actividad, premiada en varias ocasiones por su proyecto de animación a la lectura y de acercamiento al ciudadano. En casa se quedaba el fondo histórico, cuyo catálogo está incluido para su consulta en la red de Bibliotecas Públicas Canarias, red BICA.

En casa permanece el Museo de Arte Contemporáneo, aunque no consiguió reabrir sus puertas hasta 2007. El museo lleva el nombre de Eduardo Westerdahl, quien pronuncia estas palabras en su discurso de inauguración de 1953, con las que se refiere a su apertura como “la más natural consecuencia de la vida íntima de las islas, de su espíritu abierto, de su inquietud universal.” Westerdahl ve el Instituto y el museo, su museo, como continuadores de aquella vanguardia renovadora que él había vivido, y sueña junto al arquitecto Alberto Sartoris con una residencia internacional de artistas, diseñada para el Puerto de la Cruz, que nunca llegó a hacerse realidad.

Nació también vinculado al Instituto de Estudios Hispánicos un coro polifónico, germen de la prestigiosa coral portuense que, igual que la Asociación Cultural de la que forma parte, lleva el nombre del que fuera primer responsable de la sección musical de esta institución, el músico y compositor Juan Reyes Bartlet.

También se quedaron en casa los Cursos de Español para Extranjeros, que mantienen su actividad y su prestigio después de casi 70 años. Desde el principio fueron acogidos con interés y entusiasmo por los residentes extranjeros en la isla y por turistas deseosos de conocer el idioma y la cultura canaria y española, con un programa de actividades que ha permanecido, actividades centradas sobre todo en el conocimiento del patrimonio natural, histórico, artístico y cultural de Canarias. Los actos de clausura especialmente constituían en los primeros años auténticos acontecimientos sociales. Se celebraban en establecimientos hoteleros, se invitaba a  autoridades y a personalidades del mundo universitario y de la cultura isleña, y se abrían a los socios y a la sociedad portuense en general. Pronunciaron los discursos de apertura y clausura, o llegaron a formar parte del elenco de conferenciantes, profesores y catedráticos de universidades españolas y americanas, y figuras  relevantes del mundo de la ciencia y del arte, embajadores, prestigiosos poetas y novelistas, como el Premio Nobel Miguel Ángel Asturias, o académicos de la talla de Fernando Lázaro Carreter. Este primer nivel de ilustres conferenciantes se ha conseguido mantener a lo largo de los años en los actos de inauguración del curso académico del Instituto que celebramos cada 12 de octubre, en los que han intervenido, entre otras importantes personalidades, Camilo José Cela, José Saramago, Juan Marichal, Gabriel Jackson, Paul Preston, Rosina Gómez Baeza, Federico Mayor Zaragoza, Julio Llamazares o Cecilia Domínguez.

El Instituto había sido fundado el 12 de febrero del 53 en el Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, cuyo alcalde, Isidoro Luz Carpenter, sería su primer presidente. Desde el momento de la inauguración se rodeó el presidente de un grupo de personas pertenecientes a la élite social e intelectual del municipio, de diferentes ideologías, pero unidas por un profundo amor a la cultura y al Puerto. A este grupo se agregaron personalidades supervivientes de las vanguardias que brillaron durante la II República. La recién constituida entidad ve un resquicio para recibir apoyo económico: la integración en la red de Institutos de Cultura Hispánica que favorecía el Régimen. Así, y, salvando el control ideológico del franquismo, estas personas lograron convertir nuestro Instituto en un imprescindible e incuestionable reducto difusor y receptor de la cultura y del arte contemporáneos.

El Instituto consiguió desde sus inicios implicar a los más significados intelectuales y artistas canarios, cuya extensísima nómina sería inviable recitar aquí. Por su especial e intenso compromiso con la institución nombraremos solamente a don Telesforo Bravo Expósito, catedrático de Geología e hijo ilustre del Puerto de la Cruz, que tuvo un papel fundamental en su desarrollo por sus aportaciones a la sección de ciencias y a la arqueología. El primer objetivo del Instituto era conseguir una amplia proyección fuera y dentro del archipiélago, con una clara voluntad de difusión de la cultura canaria, americana e hispánica, acogiendo también expresiones culturales de otros países, sin dejar de lado nunca los valores locales, preocupado siempre por integrarlos en su programación y por participar en sus manifestaciones culturales y festivas.

Desconozco cómo eran las fiestas del Gran Poder en los primeros años del Instituto, aunque es fácil deducir que no se parecían mucho a las de ahora. Alcanzo a recordar aquellas cosas que nos podían ilusionar a los niños: la plaza y sus aledaños transformados en una feria casi mágica, con puestos de turroneras, de algodón de azúcar, de churros y de chucherías que reforzaban los tradicionales “carritos” de golosinas; los “caballitos”, como llamábamos al carrusel, los cochitos de choque y una noria que no debía de contar con más de cinco cabinas. Alguna vez presenciamos el embarque de la Virgen, y las competiciones de cucaña y, siempre, los fuegos desde la azotea de algún familiar. No participábamos los niños ni las niñas, los de mi entorno al menos, que yo recuerde, en las funciones religiosas ni en las procesiones. Nos atraían más los desfiles de carrozas y las carreras de sortijas.

Ya adolescentes sí fuimos testigos alguna vez de las particulares procesiones de la Virgen del Carmen, en que se llevaba al extremo su carácter de espectáculo folklórico y se obviaba más el de manifestación religiosa. En 1965, el grupo de jóvenes portuenses que constituimos la primera Sección de Estudiantes del IEHC participamos en la cabalgata de las fiestas con una carroza, con el motivo Colón en La Gomera, que obtuvo, por cierto, el primer premio. Fue una más en la larga serie de  colaboraciones del Instituto con nuestras fiestas de Julio.

En los años 60 los jóvenes portuenses que integrábamos ese grupo habíamos empezado a entender que el IEHC era lo único que teníamos y lo mejor que podíamos tener. La encargada de los asuntos administrativos del Instituto era la joven Octóvila Hernández que siempre nos recibió con los brazos abiertos y nos facilitaba el uso de la biblioteca, que desempeñaba desde su creación funciones de biblioteca pública. Juan Cruz ha contado muchas veces su descubrimiento de esta biblioteca y ha convertido en literatura su recuerdo de los primeros libros que se llevó en préstamo. Ha sido la suya con esta institución una relación sentimental e intelectual que se ha mantenido viva y cálida desde aquellos años, cuando figura como miembro de la Sección de Estudiantes. Muchos de los fundadores habíamos sido, como él, alumnos del Colegio de Segunda Enseñanza, otra institución señera del Puerto de la Cruz,  fundada por Agustín Espinosa en 1927. Analola Borges, profesora del centro escolar y secretaria del IEHC, promueve la asociación y nos ayuda a emprender una variada programación de actos en que destacan las sesiones de cineclub, las conferencias y los recitales poéticos y una revista oral, y nos implica en la vida del instituto.

Fue un lujo poder asistir a  conciertos, a sesiones de cine y de teatro, escuchar las palabras de tantos y tan insignes escritores, intelectuales y hombres de ciencia, y presenciar las exposiciones de los artistas que ahora son figuras capitales del arte contemporáneo. Hoy nos toca mantener y renovar el impulso de la cultura y del conocimiento, en que el Instituto sigue empeñado.

Era un lujo y lo sigue siendo.

 

  1. Intervención de Ruth Pérez Ruiz.

En mi intervención para el pregón de nuestras fiestas me gustaría compartir mi experiencia en el IEHC. Conocí qué había tras esas grandes puertas de su sede gracias a mis prácticas de grado, al finalizar los estudios de Bellas Artes; antes de eso desconocía lo que albergaban sus paredes.

Durante el periodo de prácticas realizamos numerosas actividades que nos ponían a mis compañeros y a mí en situaciones de aprendizaje en torno a la actividad cultural y artística que desarrolla la institución. Me fascinó la cantidad de obras que guardan los fondos del museo Westerdahl y sobre todo que cada una de ellas presenta una “historia” que las memorias de la institución cuentan con minucioso detalle. Al finalizar las prácticas un pequeño grupo nos quedamos para coger el testigo de la sección de jóvenes y poco a poco materializar lo que a nuestro entender es arte, cultura, ciencia, divulgación…

Desde que estudiaba en la facultad, el comisariado de arte me llamó mucho la atención, por lo que ahora, siempre que el calendario de las salas lo permite, abordamos alguna exposición colectiva con algún tema que nos parece interesante.   En una ocasión me ofrecí a ordenar y organizar parte de la colección del IEHC. Inventariando, empecé a darme cuenta de que, más allá de que aquellas piezas pertenecieran a artistas diversos que poco tenían que ver unos con otros, de que sus trazos hubieran sido realizados el siglo pasado o hacia tres meses, de que la técnica fuera la fotografía, la  talla o el óleo, o incluso que el soporte fuera un lienzo, todas aquellas obras tenían algo en común: aquellos artistas, jóvenes y no tan jóvenes, de aquí de casa y de allá, de no se sabe dónde, habían acabado exponiendo en nuestra muy modesta sala para expresarse de la mejor manera que sabían.

Comencé a organizar las piezas por forma, color, paisajes, desnudos… y le di lectura y contexto a una pequeña selección. Bajé las escaleras del altillo y le dije a Iris, con una acuarela entre mis manos: – “¡esto hay que exponerlo!”.

Desde mi punto de vista y mi experiencia, la cultura de un pueblo es su mayor riqueza, no hace falta tener un título para conocer quiénes somos. Las fiestas hablan de eso, de celebrar lo nuestro. Y ¿qué es lo nuestro?

Para mí el Puerto de la Cruz, a pesar de lo pequeño que es, (que al final aquí nos conocemos todos), tiene una pequeña pizca de la magia de las grandes ciudades; esa magia es la diversidad, la multiculturalidad que nos brindan el turismo y aquellos que deciden quedarse con nosotros. En la variedad está la riqueza y creo que eso nos hace especiales. Y aquí es donde entra en juego esa pregunta de qué es lo nuestro. En mi opinión, en un mundo globalizado, para mi generación hablar de lo nuestro se torna complejo.

Creo que lo nuestro es partir una sandía en una mesa en la plaza de Europa una noche de baile de magos. Es ver cómo los vecinos engalanan las fachadas de sus casas, casi empatando la noche de San Juan con los primeros días del mes de julio. Pisar el callado del muelle cuando ya casi no cabe un alfiler, y ver asomar a San Telmo que viene por el Ayuntamiento.

Lo nuestro es estrenar zapatos en julio, y correr escaleras arriba y abajo para ver a tus primos. Comerte un perrito la noche de la sardinada porque ese año no te apetecen sardinas, y ver las sonrisas de los más pequeños al saltar en las colchonetas de la feria. Tomarte una cerveza en la calle Perdomo y encontrarte con tus compañeros del instituto a los que solo ves ya ese día y en ese sitio. Para más tarde ponernos guapos y ver pasar a la patrona de los marineros por fuera de casa con sus mejores galas.

Lo nuestro es tener la nevera llena y un caldero de piñas, papas y costillas, porque esos días la casa se te llena de gente.  Y también saber si habrá marea baja la tarde del martes y aun así, aunque ese día no estemos en el muelle, embarcarnos.

Esos somos nosotros, nuestra forma de celebrar, de compartir, nuestra cultura y arraigo.

Las fiestas de julio saben a amistad y a familia.

Por todo ello, mantener nuestras tradiciones locales se convierte en algo indispensable.  Conocer quiénes somos, saber de dónde venimos, aprender y mejorar para escoger el mejor camino hacia donde vamos.

Nuestra generación coge el relevo, y tenemos el deber de preservar y recuperar la tradición para el futuro, desde el respeto y una colaboración y gestión participativas. De ahí la importancia de apoyarnos en instituciones culturales como el IEHC o en colectivos municipales, que con tanto esmero hacen esta labor, desde la investigación, la recreación y la innovación, para que todos podamos seguir disfrutando de nuestro folclore, nuestro arte, nuestra esencia y tradición.  En definitiva, de lo nuestro.

 

  1. Intervención de Noelia Oliva García.

La Sección de Estudiantes se creó como una plataforma para jóvenes estudiantes, a la que se incorporan más tarde jóvenes investigadores y creadores de dentro y fuera de Tenerife, interesados en ampliar su formación y en dar a conocer sus trabajos, contribuyendo con ello al progreso social, cultural y artístico del Puerto y de la isla. Para la publicación de sus trabajos y para dar a conocer el resultado de sus investigaciones o de su quehacer artístico, publica, desde 2003, Nexo. Revista Intercultural de Arte y Humanidades.

Hoy la Sección se enfrenta a nuevos retos y los afrontamos con ilusión. Creemos firmemente que la cultura es el cauce que vincula a las personas, la sociedad y el territorio en el que estas se desenvuelven, y por eso sostenemos nuestro más firme propósito de mantener vivo en el Puerto de la Cruz, un espacio donde se ponga en valor el conocimiento y la vinculación con la historia y la identidad cultural, a través de una propuesta innovadora, activa y participativa. Con esta idea nació hace ya dos años nuestro proyecto “La Gaveta del IEHC”, con el fin de dar cabida y difundir la creatividad, la investigación y el trabajo de los jóvenes creadores canarios en todos los ámbitos. La cultura constituye un medio de expresión, un medio que conforma y moldea nuestra existencia y desde la sección queremos contribuir a construir y promover una nueva conciencia sobre el valor y el uso social de todas las creaciones académicas y culturales. Este municipio siempre ha sido punto de encuentro y centro de referencia en la creación artística y cultural. Aquí recalaron creadores de reconocido prestigio, como la artista Maud Bonneaud de la que este año se cumplen 100 años de su llegada a nuestra isla, y cuyo legado artístico podemos conocer en nuestro Museo de Arte Contemporáneo Eduardo Westerdahl. Esa diversidad y pluralismo cultural que ha caracterizado al Puerto es un producto irrenunciable que debemos proteger y que reclama igualdad, reconocimiento y dignidad. Nuestras manifestaciones artísticas nos hablan del sentido de pertenencia y  de la vinculación de nuestro pueblo al territorio donde se desenvuelve, y es por eso que desde nuestra entidad sentimos también la responsabilidad social de facilitar la comunicación entre los objetos atesorados en nuestra colección y la realidad social en que vivimos. Por eso también valoramos hoy la labor didáctica y educativa que se lleva a cabo desde el primer museo de arte contemporáneo de España, el MACEW, donde nuestra compañera Estefanía, desde el departamento didáctico que coordina, consciente del servicio que debemos y queremos prestar a esta comunidad y de nuestra responsabilidad, trabaja a diario para divulgar la riqueza de nuestro patrimonio artístico, entre niños y mayores.

El Puerto de la Cruz encierra una enorme riqueza artística, cultural y patrimonial de irreemplazable singularidad; el reto actual, tanto de la Sección, como del Instituto y por supuesto de la corporación, es el del respeto, la salvaguarda y la difusión, para que nuestro municipio pueda seguir siendo en el futuro referencia y ejemplo en la creación y puesta en valor de la cultura.

 

  1. Cierre a cargo de Eduardo Zalba González.

Llegó el nacimiento del Instituto en el invierno de 1953 para decirle adiós a la vieja imagen carmelitana que hiciera el orotavense Nicolás Perdigón. Su último embarque fue en ese año, el 53, y seguro que pocas personas sabían aún lo que a Jalo le rondaba la cabeza. Para celebrar las primeras Fiestas de Julio de la historia del Instituto se preparó un programa consistente en un homenaje al pintor portuense Luis de la Cruz y Ríos en el centenario de su fallecimiento, con una exposición de retratos y miniaturas y una misa de réquiem celebrada en la Peña de Francia en recuerdo de él, de su padre -el también artista Manuel Antonio de la Cruz-, y del presbítero Sebastián Padrón Acosta, fallecido dos meses antes. Además, ese lunes del Gran Poder contó con un suntuoso concierto en el Teatro Topham para homenajear al pintor ofrecido por la Orquesta de Cámara de Canarias con obras de Beethoven, Mozart, Falla y Granados, entre otros.

Esta primera acción era ya un claro aporte de lo que sería la vinculación del IEHC con las fiestas del Poder de Dios y su madre la Virgen del Carmelo. Madre del Carmen que este Instituto vio llegar en la imagen nueva que tallara Ángel Acosta en la ciudad de Tortosa, y que pasara por su sede en la noche tras el regreso del barrio de la Ranilla. Un nuevo rostro, una nueva imagen para unas fiestas que hunden su origen a mediados del siglo XVIII, y que desplazó, lógicamente, a la vieja talla orotavense. En esos años de mediados de los cincuenta la nueva talla y el nuevo centro académico coparán las páginas del programa de actos. Y es que el Puerto de la Cruz entendió que el nacimiento de la Institución debía estar presente en el programa de actos principales de la localidad, para que toda la ciudadanía conociera la memoria anual de actividades. Para que contemplaran la magnífica carroza del año anterior en la cabalgata de las fiestas. O para perpetuar en la memoria la representación en el Topham de la ópera «Marina» a cargo de la compañía del Teatro Calderón de Madrid dedicada al Instituto de Estudios Hispánicos. Su presidente, a la sazón alcalde, así lo entendió. Ya la cultura no podía vivir de espaldas al Instituto.

Y no sólo vio el Instituto el nacimiento de la nueva talla carmelitana; también asistió con orgullo a la disposición del Ministerio de la Gobernación que otorgó por Decreto el título de ciudad y el de Excelentísimo para su Ayuntamiento. El viejo Puerto de Auratápala toma cuerpo. Sus fiestas se afianzan. La identificación de sus gentes hacen grande sus tradiciones y su amor por sus veneradas imágenes. La Señora del Carmen se va por el mar, en los lanchones de los marinos. El Gran Poder se va por la tierra, por las callejas de los pescadores, como bien dijo Álvaro Martín Díaz. Y es que ambas imágenes se impregnaron de sabor marinero. Marinero y ranillero. De lonja y recoletas calles de pescadores y pescaderas.

Lloró el Instituto la destrucción de viejas casonas colindantes y vio con agrado el nacimiento de infraestructuras turísticas en la década de los sesenta. El Puerto estaba experimentando un cambio, y los sesenta fueron decisivos. Tiempos para contemplar en nuestra sede frente al estanco Molina una exposición de maquetas de barcos, o la Semana de Cine Internacional organizada por la Sección de Estudiantes en el Topham. Tiempos para darle la bienvenida a la imagen de San Telmo, que se incorpora a los festejos. En efecto, aunque parezca de toda la vida, el viejo santo dominico celebraba hasta no hace muchas décadas sus fiestas en el barrio de la Hoya, acompañado por la Santísima Virgen del Buen Viaje. Pero llegaron nuevos tiempos y una fiesta dio paso a la otra, imbricándose así el protector de los marineros de tierras palentinas con la Reina de la Mar.

Y vimos llegar a don Felipe Machado a la alcaldía, y vimos bendecir la nueva capilla del Muelle en el Edificio Bahía, y vimos finalizar las obras de reforma de la Peña que el Padre Saturnino promoviera en 1971. Y fuimos testigos de excepción de un encuentro que no se ha repetido jamás en la historia, las imágenes del Gran Poder y el Carmen procesionando juntas desde San Francisco, lugar que había sido su morada provisional. Y vimos nacer la Coral Reyes Bartlet…

Eran los setenta, y el Cristo maniatado aún tenía su cabellera lacia y la Madre de los pescadores vestía sin barroquismos exacerbados. Antonio Castro tomaba el relevo a Machado González de Chaves y éste se convertía en flamante pregonero. Se incorpora el Parque San Francisco como escenario de los actos festivos y comenzaron las Jornadas Culturales del IEHC, un veterano aporte cultural bajo la pauta de un ciclo efímero que contó en la nómina de ponentes con Telesforo Bravo, Benito Rodríguez Ríos y el recordado sacerdote don José Díaz Ruiz, Pepe Díaz.

En los ochenta el programa de actos festivos se amplió considerablemente. Partiendo del núcleo de cultos en honor a las tres imágenes titulares, comenzaron a celebrarse numerosos actos populares y festivos, manteniéndose las convocatorias clásicas como la cabalgata anunciadora, el baile de magos que organizara la Asociación de Amas de Casa, los desfiles de coches antiguos o las carreras de sortijas. El Puerto y sus gentes bullían en encuentros de marcado carácter festivo, y lejos quedarán episodios que, por querer olvidar, ni mencionaré en este pregón, -dice el IEHC-. Vimos a Juanito Cruz de pregonero, escuchamos al Padre Cuenca como orador sagrado y despedimos con lágrimas a Paco Afonso, quien en su última salutación como alcalde, se refirió a la vida en estos términos: debemos acercarnos más los unos a los otros, conocernos y juntos emprender hacia el futuro la difícil tarea de la vida. Palabras atemporales del gran Paco, a quien la vida nos arrebató pronto. Cómo nos hubiera gustado tenerte por el IEHC unos años más, unas décadas más, hasta que hubieras considerado cumplido tu paso por la vida pública.

Se cierra el viejo Olympia y llegan los noventa, momento en que José Pérez Martín -Pepe el de Arcón- toma las riendas del diseño del cartel. Década que estará marcada para nosotros como el momento de la imbricación entre las grandes Fiestas de Julio y el IEHC, gracias al ciclo iniciado en 1995 por nuestro expresidente Antonio Galindo Brito. No sabemos qué aspiraciones tuvieron esos pioneros directivos con estas conferencias en las Fiestas, pero lo que nadie duda es de que es un ciclo que vino para quedarse y que en las fiestas pasadas celebramos su vigésimo quinto aniversario. Telesforo Bravo lo inauguró y a él le siguieron Adolfo Arbelo, Manuel Hernández, José Javier Hernández, Nicolás González Lemus, Nicolás Barroso, José Manuel Rodríguez, Julio Afonso, Jesús Bravo Bethencourt, Tina Calero, Ignacio Torrents, Manuel de Paz, Rafael Fernández, Melecio Hernández, Manuel Rodríguez Mesa, Juan Manuel Bello León, Alfonso Soriano, Sebastián Matías y el propio coordinador, Antonio Galindo. Se cuela en la nómina de estos nombres consagrados quien le presta voz a este pregón coral, Eduardo Zalba, el que en 2003 quiso aportar algo de luz al trabajo del pintor portuense Luis de la Cruz y Ríos, pues ese año se conmemoraba el 150 aniversario de su fallecimiento, al tiempo que el Instituto cumplía los cincuenta de su natalicio.

Llegan momentos difíciles para la institución y Galindo da un paso atrás, y se suspende el ciclo en 2011. Debe ser que quien ahora habla sentía -y siente- una predilección especial por la identidad y cultura local, que la propuesta llevada a la asamblea de recuperar el ciclo a coste cero no tuvo inconveniente alguno por parte de los presentes. Se convierte Zalba, -dice el Instituto-, en su coordinador desde ese entonces, quien contó para esta segunda etapa del ciclo con la inestimable colaboración y apoyo de Juan Alejandro Lorenzo Lima, Aitor Mora, José Manuel Rodríguez, Manuel Jesús Hernández, Javier Lima, Margarita Rodríguez Espinosa, Santiago Manuel Rodríguez, Isidoro Sánchez y Germán Rodríguez, unos consagrados, otros en proceso y otros estudiantes, como el caso de Aitor Mora Herrera. Arte, historia, matemáticas, biología, turismo, economía, sociología, religiosidad… han sido algunas de las materias abordadas en las más de treinta charlas impartidas en el ciclo. Ciclo al que no le afectó la pandemia el pasado 2020 y posibilitó que algunos de los mencionados se hicieran presentes en la emblemática sala Andrómeda en un escenario presidido por Marco González y el actual coordinador.

Además de estas conferencias, cada año se organizaba una exposición temática sobre el Puerto de la Cruz, que ha motivado un aumento considerable de nuestro fondo fotográfico. La idea partió igualmente del ya citado Galindo Brito, y así tuvimos ocasión de contemplar la Peña de Francia en tres siglos de historia, la Plaza del Charco, el Muelle, el Penitente, San Telmo, el Hotel Taoro, Playa Martiánez, del Bajío al complejo Costa Martiánez, el Barrio de la Ranilla, y la calle de San Juan. Y más reciente en el tiempo en esta segunda etapa de colaboración del IEHC con las Fiestas de Julio destacan las muestras Gustav Gulde radiografía del paisaje; Agustín Portillo: la búsqueda de la modernidad para el Puerto de la Cruz; El Puerto de la Cruz en la colección del IEHC; Pelayo López y Martín-Romero: hombre y arquitecto, y como no, la de 2017, Gran Poder de Dios: historia y devoción de un pueblo, donde analizamos en profundidad el fenómeno devocional de la imagen por antonomasia de las fiestas estivales de la localidad al tiempo que sugerimos algunas líneas de estudio que precisen mejor los orígenes de la talla. En 2018 le dimos cabida al gran Agustín de Betancourt en el año del 250 aniversario de su natalicio. Y en 2019 le tocó el turno a la Virgen del Carmen, para celebrar así el centenario de la constitución de su cofradía, material que nos ha servido de base para la que inauguraremos el próximo lunes con motivo de otro centenario, esto es, el del primer embarque de la Virgen en el mar.

A todo este aporte de cultura local hemos de sumarle el que desde el IEHC hacemos por las Fiestas Patronales de la Santa Cruz en el mes de mayo, revalidando así nuestro compromiso con la historia local y demostrando a propios y foráneos la importancia que el Puerto de la Cruz ha tenido y tiene para la cultura del Archipiélago. Por eso no es raro que anide en el corazón del portuense que tiene que estar fuera durante sus Fiestas de Julio unos sentimientos nostálgicos como los que narraba el arquitecto suizo Alberto Sartoris y que ahora transcribimos:

En el momento de dejar Tenerife, mi mirada se detiene aún en un paraje que me             agrada entrañablemente: el Puerto de la Cruz. He contemplado esa población por           varias veces y he vuelto a su atmósfera tranquila y acogedora. Este es el motivo por             el cual sustento el deseo insistente de volver a ella muy pronto, pues tengo la certeza            de que este lugar admirable y único me proporcionará siempre algo nuevo y afectivo.

No se equivocaba el ya fallecido arquitecto. En efecto el Puerto de la Cruz es como un imán para quien la descubre y un orgullo para quien la vive. Una ciudad que bien sabe lo que significan sus señas de identidad y cómo cuidarlas para legarlas en el tiempo a través de las generaciones. Y así es entendible que las Fiestas de Julio sean el tributo de devoción de un pueblo por sus imágenes titulares, pues como se lamentó otrora en tono poético Andrés Carballo Real:

Te queremos, Señor, así sentado,

no sea que te marches y nos dejes,

no sea que te vayas y nos dejes…

 

O aquella plegaria que escribió José Perera para estrenar en la misa que cantaba con aires festivos la desaparecida Parranda Portuense:

Cuando llegues Madre del Carmelo

hasta el muelle por Santo Domingo,

más cerquita veremos el cielo

donde iremos un día contigo.

Un joven Salvador García Llanos se estrenaba en los menesteres de escritura en el programa de actos de 1973, y ya decía aquello de que cuando el ritmo y las cosas hayan cambiado a un ritmo impresionable, será el momento de meditar y de pensar en el gran alcance de las fiestas populares. Y en efecto, en este año de centenario que a este Instituto le ha tocado pregonar, puede ser buen momento para analizar ese avance. Y lo hacemos desde nuestra sede, con la tranquilidad que nos aportan los viejos muros de piedra que un día sirvieron como morada edificatoria de las monjas dominicas de las Nieves. Y sacamos en claro y nos enorgullece saber que buena parte de la cultura de las Fiestas de Julio está íntimamente unida a nosotros. Y seguiremos aportando cultura porque para eso nacimos. Para sumar en el plano local, nacional e internacional.

Aquel polvoriento programa de fiestas de 1953 del año en que nacimos incluyó dos páginas dedicadas a esta institución que hoy se convierte en pregonera, del que destaco este fragmento que leo:

el nuevo centro tinerfeño obtendrá el debido esplendor en las funciones que su texto fundacional reclama y que, para bien de la espiritualidad de las islas, asume un puesto relevante en la órbita de la cultura que a Tenerife compete

Pues nos sentimos satisfechos, a puertas de cumplir nuestro septuagésimo aniversario, de seguir ejerciendo un puesto relevante en el panorama del patrimonio cultural.

Y dejaré de ponerle voz a este pregón coral en los últimos segundos de su intervención para prestársela por unos segundos a él (Instituto) o a ella (Institución) para que grite con alta voz: ¡Viva el Gran Poder de Dios! ¡Viva la Virgen del Carmen! ¡Viva San Telmo! ¡Vivan las Grandes Fiestas de Julio! y ¡Viva el Puerto de la Cruz!

Buenas noches.

Pregón de las Fiestas de Julio 2021 de Puerto de la Cruz por el IEHC